Nuestra aventura de escalada en vía larga en Taghia, Atlas MarroquÍ.

Taghia era un destino que sonaba mucho en nuestro entorno escalador. Todo el mundo hablaba maravillas: que si es muy cómodo, que si la roca es espectacular, que si la gente es tranquila y muy amable… Así empezó a sonar en nuestras cabezas ese destino, aunque nunca terminábamos de creérnoslo y siempre se quedaba en la retina. Pero hace dos veranos, Pau de Sant Llorenç, con su ímpetu y motivación, convenció a un par de compañeros del grupo con el que vamos a escalar.

Yo tenía otros planes de viaje para ese año, así que tuve que aceptar y alegrarme por mis compañeros que vivirían una aventura espectacular. Fueron pasando los meses y se iba acercando la fecha del viaje, y aún no habían comprado billetes. De repente… ¡PUM! Hubo un terremoto importante en Marruecos que, aunque no afectó la zona de Taghia, sí dejó devastadas otras partes del país. Con ello, los compañeros decidieron que lo mejor era aplazar el viaje para el año siguiente. Me supo mal por las consecuencias del terremoto y por los amigos que decidieron no ir, pero el aplazamiento del viaje me abrió de nuevo la oportunidad de conocer ese maravilloso lugar con los compañeros de cordada y de aventuras.

A eso de mayo, otra vez Pau de Sant Llorenç nos empezó a motivar con ese viaje soñado y nos convenció a todos para enrolarnos en la aventura de ir a conocer Taghia. En nuestro grupo las cosas funcionan lentamente: primero nos motivamos y soñamos, y ya cuando se va acercando la fecha compramos los billetes y gestionamos la logística (nos gusta ir a última hora). Hicimos una primera cena por allá en agosto para ponernos de acuerdo en cuáles serían las mejores fechas para ir a escalar. Al final, por las condiciones de escalada de Taghia y por el calendario de trabajo de los cuatro que queríamos ir hacia Marruecos, decidimos que las mejores fechas serían las últimas semanas de octubre.

Iban pasando los meses, mirábamos vuelos, pero no nos decidíamos a comprar; nos gusta mucho procrastinar. Al final, ya en septiembre, Pau del Valle (de Arán) empezó a presionar al grupo y encontramos los billetes para volar a Marrakech a muy buen precio. Decidimos comprarlos Pau del Valle y yo para meter presión al grupo. Así nos asegurábamos de que no volveríamos a perder ese viaje que todos teníamos tantas ganas. Y así fue. Con nuestros billetes comprados, los de los siguientes ya vinieron en avalancha: primero Noé, después Llorenç. Noé nos comunicó que un par de amigos suyos de Zaragoza también querían unirse. Nosotros, obviamente, dijimos que sí, que no había problema en que se añadiera gente al grupo.

Tres semanas antes de marchar, Pau de Sant Llorenç nos llamó y nos dio la noticia de que iba a ser papá y que no podría asistir al viaje. El que nos había hecho soñar, el que nos había motivado y enredado a todos para salir hacia Taghia, decidió no venir para apoyar a su pareja durante el embarazo. ¡Si es que es un cacho de pan este Pau!

Al final, la vida da muchas vueltas. Lo único que mantuvimos de nuestro plan inicial fueron las fechas, e igual así salió un viaje de 10.

Empezando el viaje en el aeropuerto de Bcn. De izq. A der: Pau del Valle, Xavi, Llorenç, Noé.

Logística del viaje.

Taghia es un destino conocido en el mundo de los escaladores y, gracias a ello, los servicios que encontraremos son muy cómodos y fáciles de gestionar. Los primeros escaladores llegaron alrededor de los años 60. Los habitantes del pueblo, viendo que el flujo de escaladores que llegaba cada vez era más grande, rápidamente pensaron que eso sería una gran oportunidad de negocio y decidieron hacer hoteles/albergues con las máximas comodidades posibles.

Lo único que tuvimos que hacer fue preguntar entre nuestros amigos escaladores que ya habían estado con anterioridad en qué guite (albergue) se habían hospedado, a lo que nos respondieron con 2 o 3 contactos. El primero que respondió a un mensaje de WhatsApp fue con el que decidimos quedarnos. Y acertamos de lleno.

Día 1. Llega el viaje.

Al final, compramos billetes seis amigos: dos salían desde Zaragoza y los otros cuatro salíamos desde Barcelona. Nuestro vuelo desde Barcelona salía por la tarde y los que salíamos de Barcelona cuadramos a comer a las 13:30 cerca del aeropuerto, ya que después nos acompañaba mi pareja aprovechando su pausa para comer en el trabajo.

Como es habitual en nosotros, los compañeros ya llegaron justos pero bien, sorprendentemente. Comimos tranquilamente, acabamos de preparar todo el equipaje y nos decidimos a salir. Cuando ya llevábamos cinco minutos hacia el aeropuerto, acabando de concretar el equipaje, Llorenç se ilumina y pega un salto: “¡Ostras, que me he olvidado la pasta…!” Bueno, nosotros comprensivos, dimos vuelta ya que estábamos al lado de su furgoneta y recogió el dinero que tenía preparado. Arrancamos otra vez y nos llama por teléfono Noé, que ya estaba esperándonos en el aeropuerto. “¿Qué tal chicos, cómo vais?” – “Va perfecto Noé, el Llorenç un poco despistado pero ya estamos con todo de camino.” – “Va perfecto, ¿habréis hecho ya el check-in, no?” – “Sí, sí Noé, todo controlado.” – “¿Lleváis con vosotros los pasaportes y que no estén caducados?” De repente, le cambia la cara a Llorenç y comenta: “Noé, yo no tengo el pasaporte, he hecho el check-in con el DNI…” Nos pensamos que es una broma… ¡pero no! Se nos acelera el corazón a todos, ¡ay, que el Llorenç se queda en Barcelona…! Por suerte, tuvimos tiempo de volver a hacer media vuelta, coger todos los papeles y llegar a tiempo al avión. ¡Menudo despiste el Llorenç!

Aterrizamos en Marrakech. Lo peor del aeropuerto es el control de pasaportes, que es eterno… dos horas para salir del aeropuerto. Mientras estábamos en la cola para el control de migración, me llama Amil, el propietario del hostal de Taghia, preguntando cómo íbamos y que el taxi nos estaba esperando fuera desde hacía rato… insinúa que igual ya era muy tarde para salir esa misma noche hacia Taghia. Miré a todos los compañeros y les comenté, pero ellos negaron rotundamente y dijeron que sí o sí nos íbamos para Taghia, que ya mañana querían escalar y conocer ese paraje maravilloso con el que tanto habíamos soñado.

Primer día recién levantados, contemplando las vistas desde el hostal.
Llegada a Taghia a las 5 am con la pick up.

A todo esto, los compañeros de Zaragoza también me hablaban para ver cómo íbamos, ya que ellos decidieron coger el vuelo un día antes porque les salía mucho más barato. “Chiquis, vamos tarde, Amil me está apretando y el taxista está harto ya de esperar. Veniros hasta el aeropuerto ya que nosotros tenemos rato en migración y así ya salimos todos desde el aeropuerto hacia nuestro destino.” Los maños aceptaron sin rechistar y se presentaron en el aeropuerto rapidísimo.

Al salir del aeropuerto por fin, nos disponemos a buscar a nuestro taxista. Cosa no tan sencilla. Cuando sales al parking, encuentras alrededor de 100 taxistas apretados con carteles preguntándote si tú eres el del nombre del cartel. Dimos un par de vueltas sin encontrar a nuestro taxi ni a los compañeros maños, hasta que de repente se me acerca un chico a saludarme y pienso: “¡Anda, mira qué bien!, al final el taxista me ha encontrado a mí.” Yo, súper alegre, le saludo y le pregunto: “¿Taxi hacia Taghia?” Su respuesta fue brutal: “¡Atontao, que soy Barto, tu compañero con el que vas de viaje!” Me empecé a reír a carcajadas y unos minutos más tarde encontramos por fin al taxista que nos llevaría al largo viaje hacia Taghia.

El viaje en taxi también fue una aventura. Empezamos el viaje a las diez de la noche desde el aeropuerto, nosotros seis más el taxista, siete en una furgoneta Caddy de las largas para poder entrar siete “cómodamente”. Llevábamos también todas las mochilotas de escalada. Bueno, que íbamos un poco “apretadicos”. A los diez minutos de trayecto, el taxista se para en medio de una calle a esperar a algún amigo suyo, hacen intercambio de objetos y seguimos. A los veinte minutos se vuelve a parar y lo mismo. Nosotros ya empezamos a cruzar miradas y a sospechar que el viaje iba a ser más largo de lo esperado. Aun así, estamos de vacaciones y no tenemos prisa. Al final, resumiendo el viaje, hicimos cinco paradas para intercambiar diferentes objetos, una parada para cenar, dos paradas para ver a amigos del taxista y una parada para cambiar de taxista. En total, fueron siete horas de trayecto hasta llegar a Taghia.

En Taghia, a las cinco de la mañana, nos recibió Amil con infusiones y algunos dulces. Acordamos un desayuno tardío a las 10:30 am. Y nos acostamos después de dos tacitas de infusión y alguna galletita marroquí.

Día 2.

Nos levantamos aún cansados, pero no nos podemos resistir a ir a escalar al ver la belleza de sus paredes de caliza roja. Desayunamos con calma mientras miramos las reseñas de escalada y decidimos ir a la pared del río, que es la que queda a solo 10 minutos andando desde el hostal. Dividimos el equipo en dos cordadas. A una parte del grupo les motiva hacer algo más tranquilo para conocer la roca, el equipamiento, el grado, etc. Yo hago cordada con Pau y Llorenç para ir a probar una ruta que se llama ‘Zebda’. Empezamos a escalar a eso de las 2 pm. La vía tenía 7 largos; fuimos haciendo hasta que nos cayó la noche, que rapelamos y vuelta para el hostal. Llegamos a las 20:30 y ya teníamos la cena preparada, ¡qué gusto, por favor! Con las necesidades básicas cubiertas, era fácil empezar a pensar qué haríamos al día siguiente. Para planificar las actividades de la semana, preguntamos a amigos que conocían el lugar. En todas las recomendaciones salía el nombre de la vía ‘Rivières Purpures’. Estaba claro, esta vía la teníamos que hacer sí o sí. Viendo que la meteo no era muy buena para nuestro segundo día, rehicimos cordadas.

Llorenç señalando lo que será nuestra próxima escalada.

Día 3.

Los compañeros madrugaron para desayunar e ir a escalar para evitar las lluvias que se preveían por la tarde. Llorenç y yo nos levantamos lo más tarde posible para desayunar y volver a la cama, ¡qué gustito poder hacer eso! A eso de las 12 h nos decidimos a salir para controlar la aproximación. Alucinamos con el paisaje, nos embobamos con cada formación rocosa que nos regala la naturaleza, con cada planta diferente, así que tardamos como 1 h y 30 min en hacer la aproximación hasta el pie de vía. Nos sentamos allí a contemplar el paisaje y aparece una pareja de franceses que nos dice que ellos también quieren hacer la vía mañana y que otra cordada de su hostal también. Nosotros les proponemos quedar por la noche a cenar todos juntos y jugarnos las posiciones para así ordenarnos y no tener que andar esperando muriéndonos de frío a pie de vía. Nuestra idea no les hizo mucha gracia y decidieron que el que madrugara más sería el primero. Mientras cenábamos, empezamos a pensar en nuestra estrategia. Las opciones eran: levantarnos muy pronto para ganar a los franceses en la aproximación o ya ir en segundo turno y levantarnos más tranquilamente. Ganó la primera opción.

Llorenç señalando lo que será nuestra próxima escalada.

Día 4.

Las dos cordadas que íbamos a la Rivières nos levantamos a las 4:30 am y desayunamos con la intención de salir a las 5:00 am. Nos empanamos y acabamos saliendo a las 5:30 am. Hacemos la aproximación contentos ya que no veíamos frontales ni por delante ni por detrás, ¡qué bien, estos franceses se han dormido! Pero la ilusión nos dura poco; al acercarnos más al pie de vía, vemos que las dos cordadas del otro hostal han madrugado más y nos toca esperar congelados en el pie de vía.

A las 8:10 am por fin empezamos a escalar, la primera cordada somos Pau y yo. Empieza Pau con un 6b+ bien pulidito, de agarre pequeño y con los músculos congelados, pero se lo curra un montón y directo hasta la reunión. Seguimos intercambiando largos. A ratos compartimos reunión con la cordada de franceses que van por delante, muy majetes por cierto. Y a ratos compartimos con la cordada de atrás, que son Llorenç y Noé. En la tercera reunión yo estaba asegurando a Pau y venía Noé abriendo el largo de abajo (segundo largo en este caso). El pobre Noé venía superado, yo que sé por qué, pero venía sudando un montón y preguntando por dónde estaba la siguiente chapa y qué tenía que hacer para poder pasar por allí en libre. Llegó reventado a la reunión y me decía: “¡Cómo voy a sufrir esta escalada hoy!” Todavía le quedaban 450 m de escalada. ¡El Noé está hecho un titán!

Fuimos haciendo. En algunas reuniones tocaba esperar más de la cuenta ya que las cordadas de encima no avanzaban, pero al final, a las seis y media de la tarde, llegamos a la cima la primera cordada y una hora después Llorenç y Noé. Ahora que estamos todos, ya podemos empezar la bajada. Terminamos el rapel y vimos que en la montaña de enfrente había dos frontales completamente perdidos dando vueltas arriba y abajo en busca del camino.

Escalando la Rivieres Pourpres al Taoujdad.
Noé llegaba así a la cima del Taoujdad después de 500m de escalada.

Se nos encendió la bombilla y pensamos que igual eran nuestros compañeros mañicos que habían decidido escalar otra ruta en la pared de enfrente a la que nosotros habíamos escalado. Así que decidimos echar un grito por si necesitaban ayuda y corroborar que eran ellos. Efectivamente eran ellos y estaban perdidos. Nos comunicamos con ellos y nos dijeron que estaban bien, que estaban intentando encontrar la ruta pero que no había manera; nosotros, al ser de noche, ya no teníamos visual de la bajada y no les podíamos ayudar. Al final, decidieron dar la vuelta y bajar por el otro lado de la montaña. Era la opción más larga, pero el camino no tendría pérdida.

A eso de las diez y media de la noche llegamos al hostal. Como siempre, Amil, súper atento, ya nos tenía la cena preparada, de nuevo… ¡qué gusto! Justo después llegaban los compañeros que habían estado cuatro horas andando perdidos por las montañas hasta encontrar el camino de regreso al hostal. Mañana toca descansar.

Noé llegaba así a la cima del Taoujdad después de 500m de escalada.

Día 5.

Hoy es un día de descanso. Aprovechamos para comer bien, hacer estiramientos, tomar el sol y recuperar la musculatura y la motivación. Taghia es el sitio perfecto para días de contemplación; es un paraje precioso donde se recupera eso que antes era normal pero ahora es imposible, lo que llaman slow life. No hay distracciones ni millones de ofertas de ocio que te hagan sentirte mal si te quedas en casa tranquilamente sentado en el sofá. Internet ha llegado, pero también va despacito. Perfecto para la vida contemplativa. También aprovechamos para planificar qué vías queremos hacer el resto de los días, ubicar sus aproximaciones y los descensos.

Día de descanso, de visita por el pueblo de Taghia.
Con la cabeza ya tranquila después de bajarnos de la vía la Mano del Maroc.

Día 6.

Antepenúltimo día de escalada en Taghia. Hoy hacemos dos cordadas de tres. Pau, Llorenç y yo nos vamos a la Mano du Maroc, que se encuentra en la cara norte del Oujdad, y la otra cordada se va a hacer una vía más cortita y algo más asequible.

En la aproximación ya intuimos un día de esos que se hacen cuesta arriba. Llegamos al pie de vía y hacemos el pertinente sorteo de los largos. Le toca empezar a Pau, 7a+ para desayunar y uno bien fino. El siguiente me toca a mí, 7b, segunda chapa y ya estoy volando por debajo de la reunión. Ya lo veníamos diciendo, el día será más duro de lo esperado, o de lo que nos hubiera gustado. Pero nosotros hemos elegido, así que para adelante. A Llorenç le toca el tercer largo, como de costumbre llora un poco pero se lo merienda tranquilamente. El cuarto largo es para Pau, 6c+, ¡vaya con el 6c+!, pasito de bloque y hasta la reunión. Yo soy el afortunado con el quinto largo, un 6b+, de momento el único largo que nos ha hecho ilusión abrir. Sexto largo de 7a+ para Llorenç, el tío se lo merienda. Séptimo largo, 7a de 10 metros, pasaco de bloque al salir de la reunión y luego ya… gestiona los alejes… llega a la reunión. Octavo largo de 7a+, me toca a mí… En la reunión va pasando el tiempo pero el material no se mueve, estaba bien cansado y me daba mucha pereza seguir escalando, no tenía ganas de sufrir. Lo planteo al resto y al final decidimos bajarnos. Hacemos un rapelito que nos deja en una vira súper cómoda y salimos a buscar el camino normal del Oujdad. A las cuatro de la tarde llegamos al hostal y Amil nos saca té y pan para merendar y reponer fuerzas. El día no puede terminar mejor con una merecida cerveza de las que nos habíamos traído de España.

Con la cabeza ya tranquila después de bajarnos de la vía la Mano del Maroc.

Dia 7.

Nos levantamos y seguimos el plan deliberado la noche anterior. Hoy iremos a escalar todo el grupo junto, tres cordadas de dos en vías paralelas en la pared más cercana al pueblo. Estamos cansados de los días anteriores y nos hace ilusión estar todo el día juntos en la pared. Conseguimos arrancar al grupo a eso de las 11:30, perfecto, parece que hoy será más corto. Aunque al final, por A o por B, siempre acabamos a las mil… Llegamos al pie de vía y empiezan las perezas y los contratiempos. Una vez más, no hemos llegado los primeros; ya hay alguna cordada en las vías de la pared. Pero bueno, nada que no se pueda solucionar con improvisación. Decidimos meternos una cordada a la vía de ‘Cañón Apache’ y las otras dos cordadas a una vía de su izquierda, un poco más suave. El día fue espectacular. Las dos rutas, una pasada de bonitas, la roca en Taghia es de una calidad suprema y el equipamiento muy relajado en las vías que hicimos nosotros. Aunque inicialmente no lo parezca, todas las rutas de allí son largas. Toca esperar en alguna reunión a que las cordadas más madrugadoras avancen y, hasta que no hemos llegado todo nuestro grupo a la cima, no empezamos la vuelta, que se nos hizo más larga de lo esperado. Aun así, a las 18:15 llegábamos al hostal y, como de costumbre, Amil nos esperaba con té, pan y aceite de oliva.

A las ocho, como todos los días, se sirvió la cena y, después de cenar, nos apuntamos a la lista de los desayunos. Desayunaríamos a las 4:30 am ya que el plan para el día siguiente era hacer nuestra última escalada en Taghia y, ya que era la última, elegimos una bien larga.

Noé feliz en el penúltimo día de escalada, nos fuimos todas las cordadas a la misma pared. Fue un día muy divertido.
En uno de los preciosos largos de la vía ‘Aix du mal’ en la pared del Taradrate.

Día 8.

Pau, Llorenç y yo nos pusimos en marcha de madrugada con el frontal en dirección a la pared del Taradrate. A las siete y media, entre perdernos en algún momento y el mítico lavabo de la mañana, llegamos al pie de vía. Hoy hemos elegido escalar por la vía ‘AIX DU MAL’ de 500 m. La vía es un rutón, itinerario súper bien encontrado, equipamiento relajadito y la roca espectacular. Además, se ve que está de moda y ya habían pasado cordadas por delante dejando la ruta marcada con magnesio para facilitarnos la búsqueda del itinerario. A las siete de la tarde, después de una larga escalada, hacemos cima. Ahora toca encontrar la bajada y volver al hostal. Otra vez más nos perdemos por las montañas del Atlas, pero como dice el dicho: ‘quien no tiene cabeza tiene piernas’, así que terminamos por llegar al hostal sobre las once de la noche.

Y por no perder las costumbres, en nuestra última noche en Taghia y como todos los anteriores días, en el hostal de Amil nos tenían la cena preparada. El cuerpo solo aguantó para hacer un poco de fiesta; estábamos muertos y necesitábamos dormir.

En uno de los preciosos largos de la vía ‘Aix du mal’ en la pared del Taradrate.

Día 9.

Viendo lo largo que fue el trayecto de Marrakech a Taghia durante la ida, preferimos dejar el último día para descansar y volver a Marrakech. Así el día siguiente sin prisas prepararíamos maletas en Marrakech y ya saldríamos hacia el aeropuerto para el viaje de regreso.

A las nueve nos levantamos y desayunamos el último desayuno en el hostal de Amil. Nos lo tomamos con calma ya que el taxista tenía que recogernos a las 11.30. ‘Prisa mata amigo’. El taxi llegó a la 13h finalmente., mejor para nosotros. Desayunar tranquilos y poder contemplar esas paredes un rato más fue un gusto. Como ya habíamos predicho bien, nos costó lo nuestro llegar a Marrakech, sobre las 20h llegamos al hostal que nos había gestionado Amil des de Taghia. Aprovechamos para ir a visitar el zócalo de Marrakech y sus mercados, nos reímos un buen rato. Sobre las 23h, como de costumbre esa semana en Marruecos, nos fuimos a dormir.

Contemplando por última vez las preciosas vistas del pueblo de Taghia.

Día 10.

Desayunamos tranquilamente por el zócalo de Marrakech y a las 11 nos vino a recoger el taxi para llevarnos al aeropuerto, este sí, súper puntual. Facturamos maletas, fuimos a la puerta de embarque y adiós Marruecos. Taghia, escalada, acogida, lugar y cordadas de diez.

El grupo al completo. De izquierda a derecha. Pau, Barto, Llorenç, Xavi, Noé, Javi.
El grupo al completo. De izquierda a derecha. Pau, Barto, Llorenç, Xavi, Noé, Javi.